El paisaje único de los viñedos en otoño.
El otoño es la época del año en la que más bellos están los viñedos. Se la ha llegado a llamar la «Estación de Baco». Durante estos meses las plantas se preparan para la llegada del frío. Quizá sea la estación en la que se producen un mayor número de acontecimientos relativos al ciclo de la vid, es la época en el que se completa en muchas zonas la maduración del fruto, de la vendimia, la caída de la hoja y la entrada en la fase de reposo.
La bajada de las temperaturas provocan una menor actividad en las plantas, paulatinamente las hojas van perdiendo el verdor y adoptan tonalidades pardas, ocres y amarillentas antes de caer. Las reservas acumuladas se dirigen hacia el tronco y las raíces. Al final del proceso las plantas sólo nos mostrarán sus partes leñosas, con sus troncos retorcidos afrontarán las primeras heladas otoñales y el gélido invierno. Comienza el tiempo del reposo hasta la llegada de la nueva primavera y el inicio de un nuevo ciclo.
En los artículos de nuestra web hemos hablado de la cultura del vino, un concepto que va más allá del mero consumo. Entre otros aspectos relevantes -de los cuales hemos tratado en artículos previos- incluiría también la estética del paisaje, sin duda, es difícil superar la belleza de los viñedos en otoño. Este paisaje nos ayuda a percibir de manera más positiva esta estación, constituye un aliciente para salir y disfrutar del espectáculo que se nos ofrece en cualquier punto del norte al sur de la geografía nacional.
Visitar los viñedos durante los meses de octubre y noviembre nos permitirá asistir gradualmente a este proceso, incluso en un mismo viaje podremos contemplar distintos otoños, la coloración de las hojas nos hace constatar las diferencias de clima entre regiones, valles, parcelas e incluso dentro de una misma viña. Se manifiesta con claridad la gran variación de las condiciones ambientales y el carácter único que en cada rincón el vino pueda llegar a tener.
Algunos pintores han inmortalizado el otoño en sus cuadros, por ejemplo, el holandés Van Gogh (1853-1890), es el autor de la obra titulada El Viñedo Rojo. Para ello se inspiró en un viñedo situado en las proximidades de la población francesa de Arlés. Fue el único cuadro que vendió en vida. En el se representa el tiempo de la vendimia en un atardecer otoñal en el que dominan los colores rojos, ocres y amarillos de las hojas de las vides. Es una atmósfera irreal típica del genial impresionista que pone de relieve el atormentado mundo interior del artista.
En 1786 el gran pintor español Francisco de Goya (1746-1828) también dedicó a este tema una de sus obras: La Vendimia o El Otoño. En ella un joven vestido de amarillo – color que simboliza el otoño-, ofrece a una bella dama un racimo de uvas. Detrás de ellos los campesinos se afanan en las labores de la vendimia inclinados sobre las viñas. El esfuerzo de los trabajadores contrasta con la escena que se desarrolla entre los dos jóvenes de clase social alta. A diferencia de la pintura del maestro holandés, la lectura es de tipo social. En definitiva, el viñedo se convierte en vehículo para transmitir mensajes de gran importancia.
Al igual que han hecho los genios de la pintura, nosotros podemos inspirarnos y disfrutar de estos paisajes. Ello nos ayudará a afrontar con mayor ánimo los meses fríos que se avecinan y la disminución de las horas del sol. Aún en estas circunstancias la belleza sigue estando presente, el mundo del vino, en definitiva, nos da una lección más. El goce estético ante la contemplación de los viñedos en otoño muestra que la riqueza inabarcable de la cultura vinícola se dirige a todas las personas con un mínimo de sensibilidad ya sean consumidoras o no de la bebida más compleja que existe.